Últimamente estoy leyendo bastante, y con la tontería me he leído casi todo lo que tenía pendiente, así que he decidido empezar a atacar los clásicos: 1984 de George Orwell, Dublineses de James Joyce, el Diario de Anna Frank... unos cuantos. He empezado por El Retraro de Dorian Gray de Oscar Wilde.
Bueno, en realidad, lo empecé hace un par de meses, lo dejé a medias. Me volví a leer Charlie y la Fábrica de Chocolate (muy bueno, aunque me gustó más cuando tenía 12 años, ya pasa). Estudié para los exámenes, me leí Vida de una Geisha, para compararlo con Las Memorias. Y por fin, la semana pasada decidí que ya era hora de darle una segunda oportunidad al señor Wilde.
Voy por la página 199 (de 265), y no tengo ni puñetera idea de qué va. ¡Qué libro más espeso! Sé que sale un chavalín rubio muy guapo y con muchos duros (el tal Dorian del título). Esta mañana he tenido un momento de lucidez y me he enterado de lo que leía durante 3 páginas seguidas (es todo un logro), aunque ya no me acuerdo de qué era.
Eso sí, sé como acaba. Hace unos días estaba en el sofá echándome la siesta, con la tele de fondo, y ¿qué daban?... Wilde. Ahí estaba Vanessa Redgrave hablando con no sé quien sobre la última novela de Oscar, y suelta así de repente: es tan triste cuando al final... sólo le faltó decir: ¡jódete Cristina! (y hacerme un corte de mangas).
No hay comentarios:
Publicar un comentario