Hola de nuevo, tras la larga ausencia. Feliz Navidad, Año Nuevo y a este paso vamos camino de Semana Santa y yo no doy señales de vida.
Las navidades trajeron un viaje que hacía mucho estaba en la recámara, y que pudo haber sido mejor, porque a mi Estambul no me pareció tan espectacular como todo el que ha estado me dice que le ha parecido, y como seguramente es.
El tiempo nos acompañó, los controladores aéreos también, aunque la ola de frío que azotaba Europa casi nos hace perder una noche en Ginebra, por suerte, no por la simpatía de la señora que estaba sentada a mi lado en el primer avión, a la que tuve que saltar y del que tuvimos que salir corriendo como en Solo en Casa, pudimos llegar al segundo a tiempo para que nos descongelaran y pudiesemos continuar hasta nuestro destino final, una cama después de 3 días sin pisar una.
Día 1: Mezquita Azul y Santa Sofía, el bazar, Mezquita Nueva, por la tarde ciudad nueva, cerveza con vistas sobre la ciudad vieja y para cenar bocadillo de caballa. Todo esto sin turistas, porque la gente normal el día de Navidad no se va de viaje.
Día 2: Palacio Topkapi, otra mezquita, kebab para comer, por la tarde barco y paseo por un barrio no turístico.
Día 3: Crucero por el Bósforo, y a comer en el lado asiático de la ciudad. Por la tarde al Hamam, lo mejor, con diferencia de todo el viaje. Una señora te frota con un trapo de esparto y aunque tu pienses que eres limpio porque te duchas todos los días con agua y jabón, ella te demuestra que eso está muy lejos de la realidad.
Día 4: Museo arqueológico, 8 veces más grande y recargado de lo necesario, pero Estambul está en el meollo de la historia, y tienen piedras viejas de todas las civilizaciones que en algún momento se han dejado caer por la zona, que no son pocas. Basílica de la Cisterna, un antiguo aljibe ahora visitable y muy recomendable.
Y nada digno de mención en las casi 4 semanas que han pasado desde entonces. La que viene a Lisboa.
Las navidades trajeron un viaje que hacía mucho estaba en la recámara, y que pudo haber sido mejor, porque a mi Estambul no me pareció tan espectacular como todo el que ha estado me dice que le ha parecido, y como seguramente es.
El tiempo nos acompañó, los controladores aéreos también, aunque la ola de frío que azotaba Europa casi nos hace perder una noche en Ginebra, por suerte, no por la simpatía de la señora que estaba sentada a mi lado en el primer avión, a la que tuve que saltar y del que tuvimos que salir corriendo como en Solo en Casa, pudimos llegar al segundo a tiempo para que nos descongelaran y pudiesemos continuar hasta nuestro destino final, una cama después de 3 días sin pisar una.
Día 1: Mezquita Azul y Santa Sofía, el bazar, Mezquita Nueva, por la tarde ciudad nueva, cerveza con vistas sobre la ciudad vieja y para cenar bocadillo de caballa. Todo esto sin turistas, porque la gente normal el día de Navidad no se va de viaje.
Día 2: Palacio Topkapi, otra mezquita, kebab para comer, por la tarde barco y paseo por un barrio no turístico.
Día 3: Crucero por el Bósforo, y a comer en el lado asiático de la ciudad. Por la tarde al Hamam, lo mejor, con diferencia de todo el viaje. Una señora te frota con un trapo de esparto y aunque tu pienses que eres limpio porque te duchas todos los días con agua y jabón, ella te demuestra que eso está muy lejos de la realidad.
Día 4: Museo arqueológico, 8 veces más grande y recargado de lo necesario, pero Estambul está en el meollo de la historia, y tienen piedras viejas de todas las civilizaciones que en algún momento se han dejado caer por la zona, que no son pocas. Basílica de la Cisterna, un antiguo aljibe ahora visitable y muy recomendable.
Y nada digno de mención en las casi 4 semanas que han pasado desde entonces. La que viene a Lisboa.